octubre 20, 2006

Vernissages...

— Soy tan simple que me desvanezco en lo común; no tengo patrocinio o subsidios de ningún tipo sino de mi trabajo; tampoco soy joven ni lenguaraz, alcahuete o pandillero. No he matado sino algunas hormigas que me comían las plantas. Se que la belleza es fugaz y no hay pilling que modifique lo que la vida es. No atraigo a nadie si no he sacrificado un buen pedazo de mi cuerpo en el quirófano de algún cirujano estético, uno de esos muy caros de los que reproducen la misma imagen en todos sus pacientes; si no hice eso ¿de qué sirvo?. Solo he matado hormigas, jamás un ser humano; no intenté incendiar el museo de Bellas Artes ni una caja de zapatos en una plaza… tan solo pinto, es lo que hago y es de lo que vivo. No soy presa interesante para asociaciones económicas ni siquiera para un club de barrio. Ya no me dan bola ni los viejos que juegan al truco en los parques. Demás está decir entonces —miró a Magdalena, respondiéndole— por qué no hay cámaras ni entrevistas en mis exposiciones, ni demasiados interesados en lo que presente. Los medios están en otra cosa, muy lejana al arte… todos lo sabemos. Por lo tanto —se encogió de hombros—, me queda confiar en la compañía de un pequeño grupo de personas que por ánimo, estima o sutileza, son capaces de mover sus cachas hasta donde cuelgo mis trabajos, para compartir ese momento de la apertura o un buen rato en alguno de los días subsiguientes, durante la muestra, saliendo de la sala para compartir un Cynar.
Se que a los demás, ese día y a esa hora, como es habitual habrá de llegarles la tía tan querida que hace años se fue a vivir a Sydney; habrá de parir la gatita mimosa de la casa, seguramente... o serán las bodas de plutonio de los abuelos; tendrán que ayudar a la cuñada de Neuquén, haciéndole la vela al sobrino que se sacó el hombro cayéndose de la hamaca, si es que tienen sobrino; deberán viajar por asuntos de cualquier índole por todo ese tiempo de la exposición… lo que sea… modos de disimular el temor a como vestir para el evento o las dudas del comportamiento en público, a que si hay que pagar entrada; tampoco habrá como hacer dinero con alguien —miró de reojo a Gerardo—; tal vez no haya vino del bueno… ni canapés… solo sánguches ácidos. ¿Es difícil imaginar el resultado? Adoptan por evadirse de cualquier manera.
Ya ven, en algo nos parecemos: gozamos de sencillez… yo, la de producir asuntos artísticos y aquellos, la de rehuirse. Pero eso sí, luego, todo el tiempo hablan de arte y de asuntos culturales para impresionar a las guachitas lindas y hasta simulan haber leído tipos que no saben sobre qué escribieron —rió con cierta soledad, mirando a los demás a la mesa—, el que más la liga es Borges...
Por lo tanto, ya saben que no los espero. Comenzaré a solas —regalándoles una mueca incierta que culminó en los ojos de Magdalena—. ¡A la santé, salud! —expresó animoso levantando la copa.
(Fragmento del personaje Octavio en el cuento Charla en el veintidós, inédito de L. J. Gurmandí)

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