abril 09, 2007

Gaia

Treinta años atrás, el científico James Lovelock estableció que la Tierra tenía un sistema de control en la escala planetaria, que mantenía el ambiente ajustado para la vida. Lo llamó Gaia y la teoría científica fue ampliamente aceptada. Considera que el abuso humano del medio ambiente está haciendo que el mecanismo actúe en contra de nosotros. Su conclusión, que el cambio climático está todavía insoluble y que la vida en el planeta no volverá a ser la misma. El mundo ha pasado el punto de no retorno para el cambio climático, y la civilización como la conocemos está en estos dudosos momentos de sobrevivir (según lo manifiesta el gurú verde que concibió la idea de Gaia) En un pensamiento pesimista publicado en el Independiente, el profesor Lovelock sugiere que los esfuerzos por ir en contra del calentamiento global no serán exitosos, porque es demasiado tarde.

http://news.independent.co.uk/environment/article338878.ece
James Lovelock's website: http://www.ecolo.org/lovelock/

abril 02, 2007

¿Miedo, a qué?

Es bastante común que se hable del temor que provoca la tela en blanco al que se posicione ante el caballete; que es una sensación extraña, de duda a lo que se hará en ese espacio. Es mentira. Todos sabemos, aunque sea en la parte más dubitativa de nuestro comportamiento, de qué es lo que habremos de representar en esa superficie plana, blanduzca y lisa. La farsa del temor acontecería, supongo, a aquellos quienes, desconociendo plenamente de qué trata expresarse, enfrentan por primera vez una tela. Digo: por primera vez. Más, y dudo equivocarme a aquellos que ya han enchastrado una, al decir eso del temor, subestiman al interlocutor. ¿Para qué minimizar al otro? Acepto la casualidad de la duda porque sí, esta acontece de modo primigenio más no dura demasiado, jamás pasa de tres parpadeos para que la mano ejecute la primera impresión sobre la superficie de la tela. Ahí va la carbonilla dejando marcas caprichosas que dan vida a las imágenes más simples, plenas o retorcidas, ensortijadas, de las que se pueda decir algo. Si a pincel directo la mota, el color, la seguidilla de trazos... Cada cuál con su expresión, cada uno dentro del contexto de sus propios pensamientos. Matisse decía a sus alumnos aquello de “cortarse la lengua para expresarse con la pintura” y en el acto de hacer algo representativo, como lo que digo, no hay voz. El pensamiento puro de cada uno está metido en ese momento en el espacio, en la famosa bidimensionalidad que ayuda a recrear formas tridimensionales o las más abstractas, planas, escuetas, carentes de imagen reconocida, sin por esto dejar de ser la expresión humana, el léxico informal de los caprichos de la memoria y sus expresiones. Todo tiene valía como expresión. No hay qué o quien pueda truncar, censurar, invalidar tales demostraciones porque cada una es un momento, un grafismo, una soltura propia. ¿Artístico? He visto trabajos primorosos, de una calidad artística (superior a la mediocridad de sus autores) capaces de superar limpiamente a los más destacados artistas enceguecidos por las luces del éxito. Nada incoherente sabiendo como se deshonran los autores al conocer el éxito, quedándose en algo que no les satisface, por el solo hecho de mantener la compostura de las formalidades que los han llevado a tal ubicación en el podio. Se trata de la mera supervivencia, ya no es una cuestión artística. En cambio el otro (como no tiene nada que perder pues no depende) se expresa absolutamente liberado… He visto, recientemente, el trabajo de una muchachita que me recordó a los fauves con sus colores y pinceladas de expresión irrefrenable. Esa pintura, realizada por una autora de apenas unos doce o quince años, ponía a la vista una composición no solo equilibrada sino acentuada por los colores rojos en la media inferior y amarillos profusos en el área superior, con azules y verdes a los bordes, ajustando el sujeto plástico de un modo como aprendido, cuando jamás fuera su intención ser una artista. La mera diversión fue la que dejó aquella obra a los ojos de quienes supiéramos verla y aprovecharla. ¿Miedo a la tela en blanco? ¿Quién le teme a eso?

(Fragmento de conceptos vertidos -la apertura- durante la mesa redonda del Encuentro de Pintores en la sala de la Dirección de Cultura de Pergamino - 31 de marzo de 2007)

Algo inesperado

El 31 de marzo (2007) a las 19, en el predio de la Casa de la Cultura de Pergamino, se dio apertura a la muestra de las pinturas realizadas durante el Encuentro Rancagua del que es mentor el pintor Ricardo Juárez. Los invitados para la mesa redonda fueron ocho, pero nos hicimos presentes solo cuatro: Alberto Arregui, Élida Bonet, Carlos Vera y yo.
Desconozco la cantidad de participantes (alrededor de 120) más público, pero fue una grata multitud vista desde el escenario. Primero se mostró un audiovisual de las actividades desarrolladas a fines de 2006, que dieran vida a las pinturas mostradas en esta oportunidad. A las 20, se dio apertura a la charla y los cuatro desarrollamos un evento que satisfizo tanto a nosotros como a los que participaron de las preguntas y cambios de opiniones respecto a la pintura, a las obras, a las razones de nuestra tarea, la vida de artista, las dificultades y necesidades, los pro y los contra y el arte (históricamente) de tantos. Tras la reunión avalada por la Dirección de Cultura local había un ágape especial en el taller del organizador a la que no asistí por retirarme antes (mi boleto era para las 23) en aquella octava noche de tormenta. Quedaron los demás hasta que Arregui y Bonet fueron por el colectivo hacia las 03:00 del domingo. Aquí, el suceso inesperado. Élida, sentada en el sillón de espera tuvo un paro cardíaco y falleció del modo más sencillo, lo que obviamente zarandeó el regreso del profesor Arregui quien debió llamar a la gente local para dar solución a este tema. Hoy, lunes 2 de abril, mientras el país recuerda el bochorno de la Guerra de Malvinas, están velando a Élida, una mujer que pintó e hizo piezas en plata (de autor) en París, New York e Ibiza…